Pocas veces nos paramos a pensar de manera consciente en qué es lo que se necesita para hacer un cambio en nuestra vida. Sea del tipo que sea. Y este es un tema que bajo mi punto de vista es el más importante. Del que nace todo. Pero nosotros lo pasamos por alto siempre, y de él depende el conseguirlo o no. Y es la motivación.
La motivación es sin lugar a dudas lo que delimita la potencia del motor que todos llevamos dentro- Queremos hacer muchas cosas, tenemos muchos propósitos, queremos realizar muchos cambios. Pero siempre hay algo que nos frena.
Una vez leí a un filósofo francés (ahora mismo no me acuerdo cómo se llamaba), hablar sobre los 3 enemigos principales del éxito.
El primero es la zona de confort. Esa de la que tanto he hablado estos últimos días. Es donde las personas nos sentimos seguras haciendo lo que estamos haciendo y no queremos cambiar. Hoy día, existe una gran resistencia al cambio, que se acentúa cuando vienen tiempos de crisis. El 80% busca un motivo para no cambiar, aunque el cambio vaya a ser positivo.
El segundo es la Impotencia auto infringida. Es donde la gente piensa; yo no puedo hacerlo. No tengo dinero para invertir, tengo muchas responsabilidades, ya tengo una edad como para empezar de cero, no tengo conocimientos… y siempre están pensando en excusas o en razones por las que no pueden cambiar, auto convenciéndose a sí mismos de que su pensamiento es el más sensato para su situación.
Y la tercera es el pensar que hay un camino fácil para conseguirlo. Nada que valga la pena se consigue con trabajo fácil. Solo se consigue con trabajo duro.
Me cuesta asimilar que hay muchísima gente que no saben por qué se levantan cada mañana, cuando, precisamente la felicidad viene, por tener motivos e ilusión por los que levantarse cada día. Esto le lleva a muchas personas a pensar que están bajos de ánimo y con depresión, refugiando su trastorno en toneladas de fármacos que no hacen otra cosa que camuflar esa voz interior cuyo único significado es enseñarles que lo que tienen no es una depresión, sino una vida vacía porque se levantan por la mañana y no tienen nada que hacer, ni metas que conseguir. Pero ahí van cada día dirigiéndose a un trabajo que no es su vocación, que no les gusta y que no les hace sentirse plenos, o incluso llevando una vida que no es la que quieren llevar, únicamente movidos por el miedo que les genera el cambio. Yo personalmente siempre pensé que el sueldo no es más que una droga que te dan, cuando quieren que te olvides de tus sueños. Pero desgraciadamente, muchas personas se dan cuenta a una edad avanzada. No hay nada peor que vivir una vida en la que no eres quién realmente quieres ser.
Parece curioso, pero por más adultos que parezcamos, en nuestro interior hay un niño herido que sigue necesitando el cariño y la aprobación de papá y mamá. Un niño necesitado de cariño que muchas veces nos lleva a boicotearnos, eligiendo un camino laboral que tenga salidas profesionales en detrimento de la línea vocacional que nos apasiona.
Todo el mundo quiere cambiar, todo el mundo quiere ser alguien diferente, alguien mejor o tal vez, simplemente, alguien que se acepta más. Una persona cambia por dos razones. Por inspiración o por desesperación. Es decir, porque ha aprendido demasiado o porque ha sufrido lo suficiente.
Párate y recapacita sobre cuáles son tus verdaderas metas en la vida. Cuál es tu life plan, por muy disparatado que te parezca. Piensa que, si tú lo puedes visualizar, es porque se puede conseguir. Todo lo demás, es el miedo a las reacciones de los demás. Y si no, imagina que hace 10 años le hubieses contado a alguien que tu verdadera vocación es ser streamer, y tener un canal online donde comentases en directo temas relacionados con la actualidad. ¿Cuál piensas que hubiese sido su reacción? ¿Te hubiese convencido de que eso es una mierda? ¿Te hubiera recomendado que mejor te dedicases a algo con más salida y te quitases los pajaritos de la cabeza? ¿Qué madurases? Quizás todas esas personas que hoy se dedican al streaming, haciendo lo que más les motiva, siendo dueños de su propio tiempo y con una desahogada libertad financiera, un día pasaron por esta situación, haciendo caso omiso a los comentarios de terceras personas.
¿Quieres saber si necesitas realmente un cambio en tu vida? Hazte simplemente dos preguntas:
¿Cómo me gustaría verme dentro de cinco años? Y la segunda: ¿Estoy haciendo algo hoy, que me acerque un poco más a conseguirlo?
Si para ninguna de las dos tienes respuesta, empieza a leer de nuevo desde el principio.
Déjame tus comentarios y tus impresiones. Estaré encantado de contestarte.
David Segorbe
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